Llega el verano, el mes de las bodas, los reencuentros familiares y las escapadas. Y con ello, una pregunta que se repite cada año:
¿Cómo acertar con un regalo?
A pesar de los años y la experiencia acumulada, muchos seguimos cayendo en la misma trampa: pensar que cuanto más caro sea el regalo, más probabilidades tendremos de acertar. Un razonamiento muy extendido… pero que la ciencia lleva tiempo desmontando con datos.
Ni el precio ni el ticket de compra garantizan el éxito
«Si me gasto más dinero, seguro que le gusta.»
Esta creencia, tan arraigada, no resiste el análisis psicológico. Jeff Galak, profesor de marketing en la Universidad Carnegie Mellon (Estados Unidos), lo resume de forma muy clara:
“No hay evidencia de que los destinatarios sean sensibles al coste del regalo a la hora de calcular cuánto van a disfrutarlo.”
En otras palabras: quien recibe un regalo no suele saber (ni le importa) cuánto ha costado. Lo que realmente valora es si el regalo conecta con sus gustos, si le será útil o si le provoca una emoción positiva. Y todo eso, curiosamente, no siempre está relacionado con el importe de la compra.
Este fenómeno explica por qué, en ocasiones, un detalle sencillo y personal puede tener mucho más impacto emocional que un artículo de lujo, sofisticado o excesivamente caro.
El verdadero acierto está en pensar a largo plazo
Según coinciden numerosos estudios en el ámbito de la psicología del consumo, el gran error al regalar es obsesionarse con el momento de la entrega: la reacción inicial, la cara de sorpresa, el «¡no hacía falta!», o la foto del instante subida a redes sociales.
Sin embargo, la clave no está en esa primera impresión, sino en el uso que la persona hará de ese regalo a lo largo del tiempo. En palabras de los expertos, el mejor regalo es aquel que sigue generando satisfacción semanas, meses e incluso años después de haberlo recibido.
Por eso, un regalo aparentemente cotidiano —como renovar esas zapatillas favoritas o regalar un objeto práctico que usará a diario— puede superar con creces a un accesorio carísimo pero poco funcional, que acabará acumulando polvo en una estantería.
El riesgo de intentar ser «demasiado original»
Otro error muy habitual es caer en la obsesión por sorprender a toda costa. En ese intento de buscar lo nunca visto, muchos terminan regalando objetos extravagantes, accesorios poco prácticos o incluso artículos que el destinatario ya tiene.
Aquí la ciencia del regalo es bastante clara: la mejor estrategia es pensar en los intereses compartidos.
Si es algo que tú también disfrutarías, probablemente él o ella también lo hará.
Y si persisten las dudas, los expertos recomiendan aplicar la solución más sencilla —y menos utilizada—: preguntar directamente. La mayoría de las personas prefiere recibir algo que realmente desea, antes que una sorpresa arriesgada que no encaje.
La tecnología también ayuda a acertar
En los últimos años, la tecnología ha empezado a ofrecer soluciones muy eficaces para resolver el dilema de encontrar el regalo perfecto.
Un ejemplo es la plataforma española Findder.es, que ha desarrollado un sistema de recomendación inteligente basado en el perfil de cada destinatario. El usuario solo debe introducir algunos datos básicos —como los hobbies, intereses, estilo de vida o aficiones de la persona a la que quiere sorprender— y el sistema ofrece propuestas de regalo personalizadas, ajustadas y pensadas para cada caso concreto.
De este modo, Findder.es ofrece una alternativa a los clásicos listados de regalos genéricos que abundan en internet, eliminando el componente de azar y aumentando las posibilidades de acertar sin necesidad de gastar más.
Una herramienta especialmente útil en estas fechas, marcadas por comuniones, bodas, escapadas estivales y reencuentros familiares, donde el acierto con el regalo es casi una prueba de fuego.
Porque, como demuestran la psicología y el sentido común, el mejor regalo no es el más caro, sino el que realmente se disfruta.
