Las civilizaciones antiguas no solo construyeron templos o ciudades; también erigieron conocimiento. En el corazón del Valle Sagrado de los Incas, se alza una de las obras más sorprendentes de ingeniería agrícola de la historia precolombina: Moray. Este enclave, que conjuga geometría, clima y agricultura, permite observar la precisión con la que los incas integraron naturaleza y ciencia en un mismo espacio.
Con sus terrazas circulares descendentes y su función de laboratorio agrícola, Moray representa la cúspide de la experimentación agrícola en el Tahuantinsuyo. Aún hoy, su diseño sigue despertando admiración y respeto entre arqueólogos y viajeros.
Un diseño agrícola al servicio de la innovación inca
Ubicado a 3.380 metros sobre el nivel del mar, en la comunidad de Caccllaraqay y Misminay, Moray se estructura en torno a tres muyus o depresiones concéntricas. Cada nivel reproducía microclimas distintos, lo que permitía experimentar con cultivos y adaptarlos a distintas altitudes. Esta estrategia agrícola favoreció la domesticación de miles de variedades de papa, maíz y otros productos clave para la economía incaica.
Los principales sectores de este conjunto arqueológico son Q’eco Muyu, Sima Muyu, Intihuatana Muyu y K’uchu Muyu. En ellos destacan los muros de piedra dispuestos en formas geométricas, las escaleras voladizas llamadas sarunas, y canales de riego perfectamente calculados. Estos elementos, junto con marcadores solares como las ñustas, conforman una muestra avanzada de arquitectura agrícola y conocimiento astronómico.
Las terrazas fueron diseñadas con materiales que permiten la filtración y el drenaje del agua. Su orientación y forma generan variaciones térmicas de hasta 5 °C entre niveles. Esta capacidad para crear microclimas artificiales anticipa conceptos propios de la agricultura moderna.
La mejor época del año para recorrer el complejo es durante la estación seca, de mayo a octubre, en especial a primera hora de la mañana.
Un destino vivo con acceso desde Ollantaytambo
La flora del entorno está representada por especies como kantu, tintin, molle, cedro y sauco. En cuanto a fauna, se observan picaflores, cernícalos, perdices, zorros andinos y sapos. Este ecosistema andino se combina con la monumentalidad del lugar para ofrecer una experiencia inmersiva. Además, Moray conserva su función educativa, al ser objeto de investigaciones arqueológicas y agrícolas contemporáneas.
En este contexto, desde Ollantaytambo, el hotel Cocatambo proporciona un punto de partida cómodo y acogedor. A solo pasos de la plaza principal, cuenta con bebidas calientes 24 h, consigna de equipaje, lavandería, atención continua y traslados al aeropuerto bajo solicitud.
También ofrece información turística actualizada y asistencia personalizada para quienes deseen profundizar en la riqueza cultural del Valle Sagrado. Su proximidad a la estación de tren a Machu Picchu refuerza su valor estratégico.
En definitiva, Moray permanece como una ventana abierta al ingenio incaico, y Cocatambo como el lugar desde el que empezar a descubrirlo.