Captar la atención de futuros alumnos se ha convertido en un verdadero reto para muchas universidades. La competencia crece y las opciones se multiplican, así que destacar ya no depende únicamente de la oferta académica. En este escenario, algunas estrategias poco evidentes están ganando terreno, como el uso de merchandising personalizado: lanyards, bolígrafos, bolsas de tela, carpetas… artículos sencillos que, bien utilizados, pueden dejar una huella duradera. Desde la empresa especializada Wyapromo lo explican con claridad: estos objetos no solo son útiles, también actúan como una extensión física de la identidad de cada institución.
No es casualidad que tantos eventos universitarios estén plagados de lanyards personalizados con los colores del campus. Más allá de servir para llevar credenciales o llaves, se han convertido en un gesto de pertenencia. En el metro, en bibliotecas, en cafeterías cercanas a las facultades… es habitual ver a estudiantes que los usan sin pensar, casi como parte del uniforme. Esa naturalidad los convierte en una forma silenciosa de promoción.
Algunas universidades de prestigio, como Harvard, llevan años organizando encuentros donde se reparten estos productos. Es un modo de reforzar el vínculo emocional con los asistentes: quienes se llevan un pequeño recuerdo tangible, como una bolsa o una carpeta, muchas veces guardan también el recuerdo de ese día, del ambiente o del equipo humano que los recibió. Lo interesante es que no se trata solo de grandes instituciones. Facultades más pequeñas, incluso escuelas técnicas o centros de formación profesional, están comenzando a apostar por esta vía con buenos resultados.
También hay que decir que el merchandising no se limita a los lanyards. Los bolígrafos siguen siendo un clásico por una razón: se usan todos los días. Y si bien es cierto que cada vez se digitaliza más, un bolígrafo a mano nunca sobra. En muchos programas de bienvenida, es habitual entregar bolsas de tela reutilizables que permiten transportar apuntes o incluso hacer la compra. Hasta una carpeta, en apariencia simple, puede funcionar como recordatorio diario del proyecto académico al que se pertenece.
Hay algo casi nostálgico en todo esto. Recibir, por ejemplo, con pulseras de silicona personalizadas en un acto de bienvenida puede marcar el comienzo de una etapa importante. Para muchos jóvenes, representa su primer paso en la vida adulta. De pronto, estudiar ya no es solo un trámite: se convierte en una experiencia vital, con símbolos, ritos y comunidad.
Por otro lado, no se puede ignorar la evolución hacia lo sostenible. Cada vez más universidades optan por productos ecológicos: bolígrafos de cartón reciclado, bolsas de algodón orgánico, packaging libre de plásticos. No es solo una cuestión de imagen, sino también una respuesta a lo que las nuevas generaciones exigen. En muchos campus, la sostenibilidad ya no es un extra: es un principio.
Así, el merchandising personalizado no solo cumple una función práctica o promocional. Tiene un valor simbólico, emocional y cultural. Refuerza la identidad institucional, acompaña al estudiante en su día a día y, en algunos casos, se queda incluso después de terminar los estudios. Tal vez por eso se ha convertido en una pieza más dentro de las estrategias de captación: no es la más visible, pero sí una de las que más permanece.